El Miedo.
Voy a tirar una frase y ustedes la terminan: Todos los caminos conducen a…. el miedo. ¿Se suponía que pusiera la palabra Roma no? Pues no. Para hablar del miedo es para mi muy importante que entendamos para que existe, de donde viene, a donde va (o a donde nos lleva) y también que nos genera.
Primero quiero aclarar un pensamiento que tengo: La valentía no es la ausencia de miedo. El miedo existe siempre, todo el tiempo. La valentía es una emoción mas gritona que el miedo.
-¿La valentía es una emoción? ¿Es un sentimiento? ¿Es un valor? ¿Es un termino utilizado para..? no voy a detenerme ahora a desarrollar el concepto de valentía por que no lo sé, tengo que gugliarlo, o si se animan, pueden dejarme su opinión acá abajo-
Sigamos por donde veníamos: La valentía es — lo que quiera ser- pero es mas gritona que el miedo.
Cuando llegamos al limite de nuestro poder, al limite del limite, cuando sentimos, creemos o pensamos que no podemos más, hay un quiebre, un grito, un ruido. Algo se rompe, se desprende, reacciona. Y cuando eso sucede, ME sucede, lo único que retumba en mis oídos es: “ya no hay vuelta atrás”. Lo que era ,perdió su forma, su voz, su fortaleza y no queda otro camino más, que hacer algo y AHÍ es cuando se nos pega frente con frente el famoso y tan conocido miedo.
En algunos momentos de mi vida, el miedo fue tan claro como lo describo acá arriba: así, zip zap pum, “tengo miedo”. Pero hubo otros episodios en mi vida donde no tuve tan claro que lo que me estaba sucediendo en ese momento era miedo. Y esta es ,para mi, la razón: El miedo habla muchísimos idiomas.
El miedo nos puede paralizar, nos puede alejar. El miedo nos enseña a mentir, a fingir. El miedo incluso puede ser nuestro aliado.
Una vez me invitaron a un evento al que no quería ir. Esta situación me hizo dar cuenta que todavía hay una actitud adulta que no pude usar nunca. Y temo que tengo que aprender a usarla para no ser tan hiriente o para sentirme menos mal. La de mentir bien y sin culpa. Soltar un “sabes que tengo un compromiso…” “no me siento muy bien” “tengo un día de locos, no se si llego con la energía para ir esta noche”. Todas y cada una de esas opciones las siento agrias en mis labios, falsas. Me escucho, no me creo, y por eso pienso que tampoco me va a creer el otro. Y entonces voy; De hecho, fui. ¿La pasé mal? no. ¿Quería irme? Desde que llegué ¿Lo disfruté? no. En conclusión: hubiese preferido hacer otra cosa.
Ahora, la pregunta que me hice post evento fue ¿Por qué no mentí? y la respuesta es: Porque tuve miedo.
Cuando hablo de los idiomas del miedo me refiero a esto: este miedo, no es igual al que nos agarra cuando un chorro nos manotea el celular en constitución, o cuando sentimos ruidos extraños en casa estando sola, o cuando vamos a pedirle un aumento al jefe. El miedo se manifiesta de muchas maneras distintas, y nos hace tomar caminos distintos. Todo el tiempo.
Entiendo que si hoy me dispusiera a aprender chino, seguramente sería difícil, tanto así como el alemán por ejemplo. Pero si empezara portugués, con la similitud que guarda con el español, tal vez, me animo a decir que puede ser un camino más fácil. Lo mismo me sucede con los idiomas del miedo.
Hay miedos que ya tuvimos, que ya pasamos, que ya vivimos, y son como al español, el portugués. Mas o menos lo mismo pero distinto. Pero hay miedos, que nos cuesta años entenderlos, ponerlos en palabras, encontrarle la punta al ovillo.
Pero si de algo estoy segura, es que sea cual sea el idioma que elija, al miedo hay que sentarlo y pedirle que hable. Que estamos ahí para escuchar, para entender. Por que queremos avanzar, queremos seguir, vamos a hacerlo.
Y acá piso un poco el tema para el próximo texto: Las relaciones de ayer y hoy. Si al miedo no lo sentamos para que hable, nos va a hablar en la próxima etapa de nuestra vida, en la próxima relación amorosa, carrera, o en el siguiente evento al que nos inviten y no queramos ir.
Y es que tarde o temprano, el miedo habla.
Mejor hacer del dialogo con el miedo, algo rutinario, ejercitarlo y que de algún modo en algún momento llegue a ser divertido. Quien te dice, después del doctorado en miedo, llegas a leer miedos ajenos y nos volvemos un poco mas empáticos.